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Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

MUJERES

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Cuando quise ser mejor quise ser mujer Alfredo Fressia, Paréntesis De todas ellas guardo siempre algo:  Desde la fresca leche materna  -Que aún mantiene mi cuerpo-  Hasta los cuidados familiares  Y las nuevas revoluciones.  Guardo el sabor de los besos, El olor de las tardes de cine  Y las noches de amor…  Guardo el temblor de mi piel En medio de aquel pelo húmedo Durante la mañana,  El palpitar de aquel beso furtivo  Que se esconde de la luz.  Guardo también  Las miradas de amor De odio  De dolor  De amistad  De ternura.  Guardo en mi mente  Aquellos días azules De amor amarillo,  Los fines de semana  De amor efímero.  Tal como a mis libros  Atesoro cada palabra,  Tal como con mis discos  Reproduzco interminablemente  Cada sonido.  Y las escenas…  Guardo el odio que  Sentí por mí mismo  Tras entregarme vacío...

Y AHORA TÚ LLÉVAME BAILANDO HASTA EL FINAL DE LA FICCIÓN

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Y hasta ahora es que me acuerdo de todo esto, porque a ella ya la había dejado muy arrinconada en la memoria. Que no, que yo no me llamo Javier, le dije la vez que nos conocimos en el bar del argentino y ella me decía Javier por quinta vez. ¡Andrés!, señorita, An-drés, como si en tu inglés entraras a una tienda de ropa y te preguntaran qué quieres y tú dijeras a dress , o como si le pusieras una r en medio a Andes. Sí, como la cordillera, sí, como la universidad. Aunque la analogía sea incorrecta. Aunque la primera sea imponente sistema de montañas y la segunda tan solo loma de edificios amontonados. A dress . Entiendo. Aunque no soy gringa, así que no es ¨mi inglés¨… mucho gusto, An-drés, yo soy María Paula, me dijo, y yo pensé que si Juan Pablo Castel se había jodido cuando vio a María Iribarne encontrar en su cuadro lo que nadie más podía, así mismo yo ya estaba jodido al escuchar a María Paula hablar, al decir cualquier cosa, al pronunciar, al escoger las palabras con suma...