Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

NÁUFRAGOS

                                           



                    A Carlos Rodríguez, quien sugirió estos versos. 


No tenemos pretensiones definitivas. Nos ocupamos de vivir solamente. Es nuestra mejor aspiración. Nos aburrimos artificialmente hasta más no poder, tomamos helados, vamos a cine, caminamos por las calles interminablemente, pasamos por las iglesias tibias y penumbras, miramos burlonamente los semáforos, oímos discos en algún apartamento, salimos a caminar por las afueras de la ciudad, nos distraemos en los arrabales, nos deleitamos en las barriadas proletarias, charlamos sobre las cosas hasta volvernos idiotas. Nos enamoramos los unos de los otros. Nos apreciamos en común. No nos preocupamos de nada a fondo,  vivimos sin pensar como extraños animalitos. Reunimos algunos billetes y nos hacemos un surboum irreprochable. Nos gusta robar cositas, cucharitas preciosas en las heladerías, ceniceros. Hacemos cosas malas. De todos modos nuestra vida no tiene importancia para nadie, ni siquiera para los que vivimos uno al lado del otro. 



Amílcar Osorio, Rock and roll, faire l' amour hasta divertirnos. 





Generación de ángeles caídos,

Grupo de hombres rendidos ante el arte, el licor, la nicotina, el amor...

Muchachos perdidos en orgías poéticas 

Con la boca rebosante de alcohol 

Y el espíritu lleno de vida.

Prófugos de lo cotidiano,

Prisioneros y víctimas del amor,

Perdedores orgullosos de caminar descalzos sobre ruinas,

Arquitectos de ideales y versos,

Amantes inquietos de la música,

Militantes de la noche y entrañables amigos de la palabra, 

Incansables alquimistas cuya búsqueda es la autenticidad 

-Aquella piedra que convierta todo rastro de odio en amor-

Ángeles surcando el cielo del verso 

Y arrojados a la tierra de los besos. 

Terribles degenerados que fornican con sus instrumentos,

Hermanos que se aman entre ellos.

Ladrones de la médula de la vida. 

Caballos desbocados,

Indómitos cóndores,

Perros callejeros,

Estampida anárquica sin ninguna pretensión 

Más que el naufragio de la existencia. 



                               ***



Y al estilo de una balada trivial:

Músicos, poetas, atletas, anacoretas, optimistas, pesimistas, 

lunáticos, perversos, mansos, bromistas, sentimentales, rebeldes, 

actores, indulgentes, amorosos, mechudos, rockeros, médicos, 

abogados, psicólogos, ingenieros, literatos, economistas, 

licenciados, mendigos, indecisos, románticos, melancólicos y hasta 

pecadores -si os parece- 

Pero, eso sí, locos y artistas 

¡En el barco de cemento éramos trece! 


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