Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

Tu caligrafía en la servilleta rota.




Me siento a escribirte pero concluyo leyéndote.
Es simple, mi voz declamándote, mis labios narrándote.
Es áspero, la forma de tus manos dibujando en la nada.

¿Dibujando un adiós quizás?
¿Un saludo lejano?
¿Acaso sigues acá todavía?

Me pongo en píe y recorro lo vasto, pero no me alejo.
Es extenuante. Mis pasos ficticios, no llego nunca.
No me canso. He sido lo que soy y no me quejo.

Me he perdido con las señas que me has dado
¿Por qué no me dices algo?
¿Matará la espera al café reposado?

Te miro, jamás te pienso, solo pena por mi siento.
Pues no se piensa lo que se ama, sino se ama y se destroza.
Te acaricio, te toco, no hay pretensiones, roída fue mi piel. 

¿Esperaré sentado tu callada música?
¿La confrontación locuaz?
¿Estaré esperando en vano?

¡No me vuelvas la mirada! Me ahogo riendo en mi profunda sed.
No comentes aquellas veladas, que son de fantasmas cuentos.
Pesadillas, los recuerdos en las sábanas yacen envueltos.

¿Cuántos pasos malogrados hasta llegar acá?
Nos despedimos en silencio,
pronto habrá tiempo de mirar atrás.

Música sin ecos ¿Dónde has dejado mis estrofas enmudecidas?
Vagos intentos, mediocres estremecimientos. 
No te escribo, ni te leo, ni es simple, ni es áspero, no te declamo,
no te narro, no me pongo en píe ni me muevo. 

¿Tú te vas y yo me quedo?
Como ornamento en el café 
y rendido ante el despecho.

Quizá esté vencido pero no perdido o perdido medio vencido.
Te abrazaría pero he ahí mi despropósito enmohecido.
Sollozaría algo incompleto a media voz,
Pero ¿Quién concluirá mis frases ahora?
Amado ritual de los dos.

Despertó de pronto con la sensación terrible de haber perdido algo significativo, importante, amado. Estaba en la silla, sentado en una mesa del fondo, con un tinto inmóvil servido en la taza pálida. Ella ya se había ido. Arrugada en medio de la mesa estaba su caligrafía en la servilleta rota.

  - ¡Fuerza canejo! sufre, no llores. 
  - Disculpe caballero ¿Va a tomar más café? 
  - Con un poquito de arsénico, por favor. 
  - Con mucho gusto. 
  - Gracias.  
  

FIN

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