Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

1. NAVIDAD EN LOS SANTOS




A David Santiago Cristancho, (¡Hasta la Victoria!) 


Te persigue la policía, en navidad 
Te persigue la policía, el día de navidad… 
Es la fiesta que te prometí. 
Él mató a un policía motorizado, Navidad en Los Santos


Miro el cielo agazapado en la oscuridad. Antes ni hacía falta mirar al cielo. ¿Te acuerdas cómo se sentía? Todo era correr a través de esos días azules. Teníamos el corazón envuelto en papel regalo y nada nos importaba

La verdad es que mis pies no han vuelto a sentir tal cansancio como el del día en que estuvimos pegando carteles por toda la ciudad, declarándole la guerra al mundo. Aquella noche la causa me mantuvo en pie. Era la noche eterna. No había más opción que la Victoria. 

¿Te acuerdas cómo se sentía? Tener ideales y certezas, lo que era tener convicciones... 

Y ahora la vida es un campo minado de dudas. 

¿Ganamos al final?

Y no quiero que me malinterpretes, no pienso en las dudas como algo malo. Pero no sabes cómo extraño llegar a mi casa en las noches y saber qué será de mí mañana, estar seguro de quién voy a ser, tener la certeza de que en algún lugar dentro de mí sobrevive el deseo de vivir. 

He escrito un poema a mis ideales: 

Vuelve, Ideal
Que ya he caminado en 
Medio de la carretera
Con la esperanza de sentir 
La misma fuerte brisa 
Que pasaba por mi rostro 
Cuando tú estabas 

Mira que 
Ya he incendiado 
Un par de estrellas 
Creyendo, ingenuo 
Que al verlas sentiría el 
Mismo ardor que sentía 
Cuando te miraba a los ojos 

Vuelve, Ideal
Vuelve, razón de ser 
Vuelve, razón 
Vuelve, ser 

Vuelve, Ideal
Vuelve 
Renace del agua 
Y del fuego 
Y ven a mí 
Con tu dulce luz 

Vuelve, Ideal
Y sácame del túnel, 
Oscuro y solitario, 
En el cual ha 
Transcurrido toda mi vida


Vuelve hermano mío…

Ahora sé que estoy vivo, y por eso mismo estoy medio muerto: Solo se vive como se nace, sin querer y sin saber

Y la verdad es que si me preguntaras no podría decirte en qué momento las cosas cambiaron. Todo esto cayó sobre nosotros como la vida, como la muerte. 

Antaño, si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que vinos de todas las clases fluían sin cesar. Como el vino en caja que comprábamos por la 17, ese vino que tan buena inconsciencia supo darnos. 

Como aquella navidad en que, saliendo de la casa de Jenny, nos fuimos caminando por la circunvalar, tomando vino y riendo. ¡Era la vida!, y no lo sabíamos. 

Pienso que debimos matar a esos policías motorizados, debimos matar a esos hijueputas que nos corretearon con la amenaza de encerrarnos si nos alcanzaban. Y ellos un-dos-tres y nosotros ya íbamos dos cuadras arriba cantando we are southamerican rockers. 

¿Recuerdas el unísono de nuestras voces? Eran hermosos ruidos. Nuestra sangre joven, corriendo por nuestras venas y arterias como nosotros por las calles y carreras. Gritar y patear era aprovechar…

Más valía el tiempo en que no había Hades. Entonces andábamos entre bosques y torrentes, y, lavado el sudor, éramos niños. Entonces cada gesto, cada ademán era un juego. Éramos recuerdo y ninguno sabía. ¿Teníamos valor? No lo sé. No importa. Sé que en el monte del centauro era verano, era invierno, era toda la vida. Éramos inmortales.

Y ahora jamás ganaremos la inmortalidad. 

¿Por qué no los matamos? Habríamos ido a la cárcel, pero por lo menos juntos. Siempre juntos. 

Vayamos pintados con sangre de los dos. Siempre. 

Si los hubiésemos matado estaríamos ahora con nuestras certezas, o tal vez las habríamos cambiado por unas nuevas. Tal vez nos hubiera agarrado el temor de Dios y andaríamos con Biblia en mano dándonoslas de arrepentidos. Pero yo nunca me hubiese arrepentido. 

Cuánto tiempo ha pasado sin ti… Siento que desde que no estás es que no hay certezas. En el lugar donde iba tu voz se hizo un gran silencio. 

¡Ey! ¿Te acordás cuando fuimos los dos a esa fiesta al bosque del amor? No parábamos de alardear, éramos la vanguardia de más, de tomar y tomar y tomar, nada nos podía amedrentar. ¡Ey! ¿Te acordás los libros de Rimbaud, que amábamos a Jean Cocteau? Nadie nos podía imitar, las canciones y el loco clamor… 

No sé muy bien qué será de ti, pero para la próxima navidad te prometo una fiesta en Los Santos. Será nuestra navidad de reserva. Habrá miles de policías persiguiéndonos, miles de motorizados por matar, miles de vidas por vivir. 

Pero por ahora sigo aquí, agazapado en la oscuridad, mirando al cielo. Y me pregunto: ¿Dónde estarán ahora los olores que nos supieron liberar? ¿Dónde estarán ahora todos los colores?  

Están listos para volver… 

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