Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

Extracción de la Piedra de la Locura


Epílogo.

Y será también un 25 de septiembre,
Cuando yo renuncie a mí….





Meester snyt die Keye ras, myne name is lubbert das


-A.Pizarnik
For you. 


Y poco a poco entendí que lo que más quería en mi vida no era vivir...

Con el abandono de mi madre se fueron las esperanzas de vivir. Soy una niña de barro moldeada por mí misma y quizá por las ausencias absolutas de cualquier ente nombrable. Ahora siento pulsaciones en cada lugar que sangra por desconocer el llamado de la loba nocturna. Habla, corazón de la noche. Sal a mi encuentro, ven a tomarme de la mano y a revivir mi oscilación.

Habla.

Contorno rasgado por la piel de la lila y fisuras dentro del primitivo sentir que creen que poseen los adictos al espasmo. Yo jamás he sido así. Pongo una piedra sobre la otra para mentirme a mí misma que soy otra. Que soy ella, que se desea. Ella, que se pone el laurel jugando a ser princesa. Ella, que no muere. Eres tonta, niña -me repito una y otra vez- eres tonta y además no eres. Te desconoces al verte, te sueñas y te ves hermosa, tibia y real. Te amas cuando piensas que eres ella y te muerdes cuando eres tú. No, no puede ser -dentro de mí, gritas- las constelaciones me observan al desnudarme. Corazón de liebre, raíz del olmo, maravilla sumeria... renace y corre por la infinidad de tu seno. Contagia a todas de tus maravillosos encantos, ilumina leve la vida -para ti, no para ella- y camina despacio por la enredadera.

pero quiero saberme viva -dices-
pero no quiero hablar de la muerte
ni de sus extrañas manos.

A veces quisiera renacer…pero no quiero ser real aún. Quiero seguir siendo sal, barro, maleabilidad sensual de la noche. Ser una contigo. Ser nuestra. Quiero ser la pequeña y delicada línea que revela la contingencia entre lo que amo y lo que existe. Quiero ser ella, ser nuestra. Ser ella que no ha muerto.

Y es que no sabes lo mucho que pesa estar muerta y querer volverte a morir -te digo-, y aunque no lo llegues a comprender nunca, uno extraña lo que nunca tuvo.

De nuevo repites:

Voy a recitar el soneto de mi vida.
A encontrarte fuera de mí,
A sacudir el sol con mi palmas...
He de vivir cosas así.

Ya un poco tarde, lo sabes. Después de la pérdida total de la inocencia, de la primera juventud, me despierto con la piel húmeda. He pasado muchas veces por el amor. No siento la necesidad de contar cada uno de ellos -me digo a mí misma-, más nunca encontré un amor por esta misma aventura. Has pasado cada una de las veces, niña, y cada una de las veces te pierdes a ti misma.

Tengo miedo. Te tengo, miedo.

Y me sacaron la piedra.
Me partieron el cráneo en 4 y me sacaron la piedra.
Y de las tantas veces que me sentí muerta esa fue la peor.
Fue la peor porque no era yo la que moría, sino que me mataban.

¿Y yo? ¿A cuántos he salvado yo?

Vivir en paz es dejar morir la revolución -te digo-
Vivir en paz no es realmente vivir.
Tú no conoces lo que es la paz -respondes-, pues si fuera así, no te hubieras lanzado al eterno bucle de morir, y morir, y morir, y...

Cuando me veas pasar por la arena y sacudirme el polvo risueño del pelo, no creas que tengo cuentas pendientes con los mártires de la tierra, ni porque adentro hayan aún más cruces derramando vino amargo -frío- o seductor... es porque renuncié a comprender. Yo puedo parecer un veneno bípedo y amorfo que cruza el margen de la blasfemia y lo hermoso. Un tornasol que quiebra la voz y un mar de hilos secos que se queman en la tarde al cantar de las desgraciadas palabras incomprendidas de un ejército de niñas muertas.

Pero finalmente ya sé lo que soy,
Lo que siento.
Siento frío. Quiero conjugar el frío. Yo soy frío.

Y siento náuseas. Es el color,
El color huele, el color duele.
No existen más evangelios,
Son contados, taxativos,
Incrédulos y ridículos.
Quiero dejar de escapar,
De ser fugitiva y prisionera.
Y heredar el legado perdido,
De ser público y farsante.

Pero no es amar por el hecho de amar, es amar con valentía. -te digo- Es amar como se quiere concluir una tarea sencilla, o como se quiere interpretar un soneto. No, amar no. No tienes que perseguir el amor cuando estás muerta. Estúpida, ya te lo dije. ¿Hace cuánto tiempo que estoy muerta y aún te amo?

Estoy abandonada, rota, constelada como la galaxia que se crea cuando dejo caerme sobre mí -o sobre ti, claro-. Me abandonaste en la orilla como Ariadna y ahora no puedo cruzar el mar yo misma.

Es que es así -me dices-, estar muerta es como estar en la orilla y no poder cruzar.
Es estar envuelta en la orilla y tener solamente mar por todos lados.

Pero yo no estaba loca.
No estaba loca y me mataron.
¿Por qué una mujer no puede sentir sin estar loca?

Por fin.

Qué pena que lo entendiera todo
Y que decidiera volverte a amar,
justo cuando las extrañas manos me llevaron.

Era un 25 de septiembre.
Cuando renunciaste a ti.

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M.I.M. - Mientras contestabas a mi pregunta, tu voz en mi memoria me dijo desde un poema tuyo: mi oficio es conjurar y exorcizar.*

A.P. - Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar al Malo (cf. Kafka). Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.

* * *

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