Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

Carta a la reina.


12/01/17

Sin destinatario, ni remitente.

Me gusta siempre pensar en la fragilidad de las cosas y en cómo la vida evoluciona circularmente hacia el punto de donde nunca partió. Me gusta imaginar siquiera cuando me observas inequívocamente, aunque haya sido solo una noche, una sola. Y desear que no hayas visto este reflejo inexacto que proyecta la mancha de la muerte. Desear que no veas mi obsesión por el seis seis seis y las cartas de despedida, mis ansias por ser halagado y mi pasión por apostarle a la vida. Tal vez solo soy un medio por el cual puedes gritarle al mundo tu innegable existencia, o tal vez simplemente sigo siendo manipulado por los prejuicios del pesimismo, no lo sé.

Siempre he sido un hombre afanoso, tú puedes que no lo sepas, ya que hemos convivido demasiado poco para que lo sepas, pero no es muy difícil darse cuenta de que mis sentimientos son retozantes y no tardan en salir al aire. Me preocupo mucho por lo que pase dentro y fuera de estas paredes blancas con azul. Me preocupa bastante como puede llegar a ser todo tan vastamente diminuto dentro de tanto caos.

Aunque tú seas una mujer alegre y lozana, me temo decirte que yo odio bastante dichas cualidades. Siempre me ha perseguido el ansia al ver algo tan hermosamente creado como lo estás tú, por presenciar arte moviente, por ver esos desgraciados ojos tuyos.

Ya te preguntarás, ¿cómo un hombre que ama la vida puede odiar tanto su expresión máxima?, es complejo, no encuentro razón alguna con la cual excusarme. Por la misma razón que aprecio tanto tu presencia y tu belleza, es que amo la vida, pero no en exceso, como tú la representas; el exceso de vida es malo, es enfermizo.
Para este pequeño lugar en el mundo solo he podido generar solo un poco de ansias a mis cohabitantes, ¿acaso no es esa la mejor forma de hacerle saber a ellos que los aprecio?, no creo que ellos piensen así, cada vez que retomo mi avidez por interpretar las cosas, estas se vuelven simplemente más complejas. No me malinterpretes, simplemente quiero lograr que la vida sea apreciada, por encima de la velocidad y los colores vivos. Y te aseguro que no es nada fácil pensar siquiera en aquellos que pisaron estas tierras antes que nosotros, con su determinación implacable, y simplemente decidir que vivir es la única opción. Porque de los males más grandes que hace el hombre, vivir es el peor: vivir sin ser ellos.

¿Acaso crees en mi? ¿Acaso crees en lo que ningún otro humano cree?
Háblame, hazme sentir un momento de lujuria en el calor de tu aliento, hazme revivir mis apenadas ganas por no querer sobrevivir a mi propia mente. ¿Podrá ser fácil volver a creer? El otro día mientras caminaba por ese parque al cual te invitaba y siempre me rechazabas, encontré un pedacito de un libro, arrancado de mala manera, como con los dedos, que decía: “No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar.” Y al instante recordé todo por lo que no quería renunciar a la vida. No me importaba que no me quisieras, no me importaba tu indiferencia y tu narcisismo asesino. Nada de eso importaba, desde ese momento resignifiqué todas las palabras mundanas que no expresaban más que fonetismos insulsos y vacíos. El amor es una simple expresión de una cantidad absurda de objetos inexplicables y de figuras a blanco y negro, pálidas y sobretodo, sucias.

Recordé todas esas tardes en las que golpeaba sin sentido el respaldo de mi diván, inexistente, imposible. Recordé como con ironías lograbas cortar los ácidos blancos que ascendían por mis dedos, y así, darme un aliento que moría instantáneamente, cuando tú lo querías, porque si, siempre eres tú, en todo lugar, la reina. No tenías mejor aspiración que cultivarme un par de desalientos agridulces, y así sentirte mejor, sin tener que esforzarte… ni un poco, creabas tanto trastorno dentro de este gran trastorno.  Y Geométricamente, calculabas la medida y la elasticidad para llevarme entre el demonio y el profundo mar azul.

Y así, con tanta alegría llena de amargura, te logré querer, mujer. Aunque a ti te parezca ilógico que lo haya logrado tan fácil, (¿Acaso no es, la vida misma, la forma más rápida de que el encanto llegue tan rápido?) y lejos de toda pretensión de lograr que compartas mis deseos por sufrir y sonreír, quiero que lo sepas, para no seguir pecando, para no seguir haciéndome el lobo.

No tiene sentido extender cada letra para agotar significancia de tu magia, dentro de cada objeto no reside su esencia, la esencia nace dentro del sujeto viviente. La magia no nace de la perturbación armónica del espacio temporal, nace de donde nunca estuvo nada. Así como la vida no nace de ninguna parte, la existencia torna su sentido enigmáticamente contra sí misma..

Por eso te escribo hoy, querida, porque no encuentro más refugio que en la ansiedad que me produce el saber que esta carta la leerás con curiosidad, y pensarás que no es para ti.

¿Podrás llevarme a ese lugar en el que nunca he estado?
Allí donde el calor de la ansiedad no tenga que arder a llama fría en el pecho.
A ese lugar sobrenatural donde el color de tus ojos se vuelva anacrónico e invisible.
¿Podrás llevarme a aquel lugar donde no existe la realidad ni la esperanza?

L.

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