Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

Desembaúlo

Por favor olvida cuanta mala dedicatoria llevan mis libros. Olvida cómo soy en sí. Olvídame. Ódiame un poquito, que sin sentir desprecio jamás he podido tasar el tamaño de mi aprecio.

Recuerda mis promesas y detéstame por hacerles falta en nuestra cita. Con la misma ingratitud que me hace, devuélveme lo peor cognoscido. 

De la misma manera que uso pésimamente el punto y la coma, de como fallo académicamente, cuidándome para morir asaz. De la misma manera hazme caer en la cuenta de que no merezco ni quebrar un cigarrillo o destapar más botellas claras.

Demuéstrame que no valgo nada. Bríndame sinceridad, que no conozco tal concepto, intercede en buscarme los errores que no me dejan estar despierto.

Susurra en mi boca que bebe de la Estigia y, como El Hombre a José, búscame y hállame muerto con los hilos de mi alma devanados junto a la ribera, mi amada Láquesis, entrégame finiquitado en fiambre, en mi sustrato si es que gozo de esencia visible aun. 


***


Entrégalo ante todo, tocando suavecito la aldaba, en la puerta de un dolor excelso en todo lo gracejo de cada frente que refleja un alma, bien sudada y brillante. 

Hablando de ansias...

Vende ese amorfo con sonrisas y dile que jamás hubo un futuro por el que aguantar vivir. Pero dile harto seria. Que el ingenuo sólo cree en ti cuando de situaciones trascendentales se trata.

Para el bulto muerto de tres veces su peso, lo más vital es saber que murió. Pero yo le digo y no me cree, insiste en que seas tú. Dile que la carne oreada tiene más juguito para escurrir, así connotativo para que entienda que su vida es ingestar vinagre para hidratarse.

Quiérelo a punta de hijueputazos, que así te va a entender esas caricias que no aprecia y le enmudecen el oído, ¿has lamentado su mirada hierática?. Así con fe... que la fe es más linda que los tres puntos que le siguen y la taza de café negro del Coronel.

Pero el hastío en su hálito es tema etéreo. 

Y su sed también lo es.

Y sus temblores...

Y su rítmica; listo la figura. 

Ecos...

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