DISCURSO DE AGRADECIMIENTO
Quiero comenzar diciendo que este discurso es totalmente subjetivo, escrito por alguien que no cree en la objetividad ni simula practicarla. Deberían ser estas unas palabras generales de agradecimiento hacia la institución pero me es imposible expresar la gratitud que sienten todos mis compañeros de grado undécimo hacia este colegio. Siendo esta una situación tan compleja doy por aviso a toda la audiencia que lo que están por escuchar son solo los pensamientos que ha tenido un joven en esta institución, seguro de que muchos de estos son compartidos.
He estado en este colegio durante toda mi vida, se podría decir que es mi segundo hogar, le debo a esta institución el carácter que he forjado a través de los años. También le debo amarguras, claro, como todos, pero no deseo detenerme en ellas ahora. Tampoco pretendo que estas palabras se conviertan en una lisonjeadera, simplemente diré lo que en este lugar ha sentido mi corazón. Gracias colegio seminario porque fueron tus aulas las que nos brindaron ese delicioso calor con sabor a conocimiento, porque por tus puertas entran y salen todos los días los únicos amigos que he tenido en la vida. Gracias por transmutarte como lugar mágico en los momentos que mas lo necesitaba, por albergar tantos sentimientos y ser cómplice de ellos, porque en medio de tu ruido mi corazón delator se sentía seguro, palpitando circunspectamente mientras mi mirada permanecía fija en las muchachas de ojos de papel. Gracias.
Y a pesar que algunas veces imprequé en tu contra, que tus docentes me hicieron sentir agobiado, aún así, te guardo un gigante aprecio. Porque me diste un adelanto de lo que va a ser la vida: los ratos de infinita felicidad y, paralelamente a estos, la amargura que se siente en cualquier institución.
Gracias a todos los docentes por invertir su tiempo en nuestra formación intelectual, al profesor Cesar Carreño por esas clases de historia y amenazantes miradas, que me recuerdan a una frase de Chaparro Madiedo: "en realidad no tenía cara de asesino, sino más bien de profesor de historia, que en el fondo viene siendo lo mismo". Al profesor David Arévalo por esas horas de estudio literario y críticas a la actualidad, que son mucho más constructivas que esas clases monótonas de español en las que transcribíamos el texto guía. Al profesor Jeisson Estupiñan por hacer de la filosofía un gusto para el alma, al profesor Luis Fernando por insistirnos en meterle cañaña al asunto del ejercicio y por sus gritos supersónicos que invadían todo el colegio. Al profesor Fausto Lagos por su intento de hacer de nosotros personas competentes, que a pesar de su escaso éxito en esta misión -debido probablemente a ese par de balas que llama ojos y ese gatillo detonado a partir del choque de los labios-, dejó en algunos de nosotros esa inconformidad por nuestra propia negligencia. Gracias a los demás docentes que nos dieron clase durante todo nuestra vida académica en este colegio, a mis profesores de primaria, a la profesora María Eugenia, a los directivos y a las personas de servicios generales.
Compañeros de grado décimo que el año entrante tendrán que enfrentarse a, lo que fue para mí, el grado más difícil de toda mi vida escolar, quiero desearles éxito. Entendiendo éxito como la realización individual y colectiva, no como un simple número que se obtiene en un examen de estado.
Finalmente a todos mis compañeros de promoción y a todos mis demás compañeros aquí presentes quiero dejarles un mensaje. Que si algún día recuerdan este momento no lo recuerden como el discurso aburrido y prolongado de ese tal Andrés Posada, sino que recuerden este momento como el instante en el que dejé de ser yo para convertirme en palabra, mi metamorfosis: el instante en el que dejé de lado la carne para transformarme en algo mas puro: lenguaje... Compañeros hagan de su vida una revolución, griten pidiendo verdad en lugar de auxilio, comprométanse con un coraje que incluso no están seguros de poseer y, lo más importante, levántense para señalar lo que está mal pero sin pedir sangre para remediarlo. Les pido olfateen muy bien mi existencia hecha palabra, porque son los olores ese tejido invisible que conectan todos los recuerdos y los días…
Este no es un adiós, es un hasta pronto, hasta que el aroma de mi discurso los traiga de vuelta a este momento. Gracias totales.
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