Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

Santoesteomo


Vico y Charlotte se miraban con lujuria por el espejo retrovisor. Polo estaba distraído ojeando algún libro que se la pasaba leyendo. Dice que es poesía. Todo lo de ellos es raro. Sus palabras, la manera de hablar, hasta su humor. No les comprendía y yo preguntaba que a qué íbamos a ese tal santoesteomo, y  ellos me decían que eso era mañana, que hoy la rumba era en Villa. Entonces Vico dice Lárgate un remo e inmediatamente Polo responde Sin sal ni pimienta y los dos sueltan la risa. Luego ríe Charlotte y luego río yo. Hago una mueca que parece una risa pero en verdad lo hago porque me agrada estar con el grupo. La semana pasada fui a la Cañabrava, con Polo y traté de besarlo. Se quedó mirándome y me preguntó ¿Tú? ¿Es en serio? ¿Qué acaso esto es una broma? Me sonreí y volteé el cuerpo para que por lo menos me agarrara el culo mientras sonaba la canción. La Cañabrava estaba a reventar y Polo miraba para todas partes mientras me repetía ¿Tú? ¿Es en serio? Y su mano de elefante se deslizaba sobre mi jean. ¿Me han visto bailar alguna vez? Si algún día pasan por la Cañabrava, algún jueves, digamos, deberán saber que estoy ahí. Solo pásense y verán que yo soy un solo desparpajo.
            Entonces Polo desabotona un poco su camisa, no por completo. Ya saben, Polo es de esos que todo le da pena, que no cierra los ojos y disfruta y se deja llevar, sino que está pendiente a toda hora de quién lo mira y del quedirán. Si Polo no fuera tan así hace rato que ya hubiéramos hecho el amor. Yo bailo y le agarro los hombros y trato de movérselos a la fuerza, porque no se mueve, parece una piedra, pero veo que eso no le gusta. Él muestra sus dientes nervioso, y mira para todas partes. Como buscando el perdón o la aprobación de un público que quién sabe dónde está, y que evidentemente no está en la Cañabrava. Y yo le digo, Mira Polito, entonces hagamos una cosa. Tú ya estás listo para mí. Vamos para tu casa. Pero el muy lolo me dice que no, que no puede porque le ha prestado la casa a Vico que quería estar con Charlotte porque en la casa de Vico había gente. Y yo quedo quieta. Y le agarro fuerte con mi mano derecha esa cara muisca y le pregunto si es por eso que Vico no estaba esa noche con nosotros en la Cañabrava. Entonces le digo, te quedaste otra vez con las ganas, Polito, y voy agarrando mi bolso.
            Claro, entonces ese día Vico y Charlotte se miran, como les decía y luego Polo deja el libro sobre la guantera y suelta un Lárgate un remo, y ahora hasta Charlotte le contesta Sin sal ni pimienta y juajuajua, Vico no aguanta una risa larga mientras maneja, y yo, hago la misma mueca que ya sé de me memoria y de la cual nadie sospecha. Ayyyyy Vico, si supieras que en estos momentos recuerdo cuando lo hicimos en los baños de la Cañabrava. De repente Polo deja el asiento de copiloto y se pasa hacia atrás donde hay varias sillas disponibles, pero se sienta al lado mío y me acerca una carátula de un cidí que tiene subrayada una canción. Se queda mirándome con una risa coqueta y que me hace estremecer. La mona se sonríe y se pasa para adelante. Su voz es un lamento de una perra en celo. Jaj, y ahí fue cuando pensé que esos sonidos son solo perceptibles para algunos oídos. La música se vuelve cada vez más lenta y ese color del atardecer... Levanto mis brazos y cierro los ojos mientras Polo mete su mano bajo mi blusa y cuando abro los ojos, juro que Vico estaba mirando por el espejo. No era mi imaginación, Vico se había quitado sus gafas al estilo poncherola y me miraba con deseo.
            Villa de Leyva con gente es un pueblo excitante y el tipo entonces me pregunta que de dónde aprendí a bailar, que si soy profesora y que si doy clases. Y yo le digo la verdad, que soy profesora y que sí doy clases pero que ahorita no, que vine a Villa con mis amigos fue a divertirme y pienso que ojalá este lolo cerrara su achatada boca y que solo bailara. Si hace eso, le doy todo esta noche. Sus amigos miran mi cuerpo y yo comienzo a moverme cada vez más lento, llevando el ritmo, llenando los ojos de todos los espectadores. Vico me mira mientras baila aburridamente con Charlotte. No sé qué le dirá al oído pero sé que mientras le dice cosas piensa es en mi cuerpo, porque desde aquí se le nota ese obelisco, que es una palabra que hoy me enseñó Polo. Empecé a pensar en Polo, pobrecito, tirado en la camioneta borracho. Hoy se portó bien conmigo y me gusta lo que me habla de literatura y esas cosas. Tal vez si no fuera tan retraído. Algo le debieron haber hecho cuando era niño para cargar con ese trauma de que tiene un público que lo observa.
Polo, voy a ser sincera pero no te vayas a burlar, explícame por qué se ríen cuando alguno dice Lárgate un remo… Me miró casi como avergonzado, con esa sonrisa que tiene que seguramente le hizo ganarse la confianza de sus amigos. Comprendí que él ya sabía que yo no entendía el chiste y miró hacia Vico como observando que estuviera lejos y no se enterara. Pero Vico estaba cerca. Polo me empujó un poco y me abrazó y me lo dijo en secreto. Entonces yo quedé callada y mi primer pensamiento fue cuando la noche anterior, después de haber salido del baño con el tipo de las clases de baile, no sé por qué les grité a Charlotte y a Vico Lárgate un remo, y ellos me miraron con esos ojos grandísimos pero después soltaron la risa y los dos dijeron Sin sal ni pimienta… ¡Justamente yo gritando eso!
Cuando cerré los ojos esa noche y eso que estaba ya con tragos no pude dormir. Charlotte y Vico dormían en la otra habitación y yo solo pensaba en las veces que ellos habían dicho Lárgate un remo y yo reía, y mientras más recordaba más me sentía sucia. A mi lado dormía Polo, este triste profesor de literatura que se estaba convirtiendo en mi aliado y que yo lo sentía cercano por haberme confesado la verdad. Despiértate, Polo que te voy a dar la oportunidad. Y Polo se movía para un lado y para el otro haciendo sonidos que no entendía. Despiértate Polo que ya llegó tu momento, y lo movía fuerte de los hombros, más fuerte que cuando bailábamos, pero Polo no se despertó. Yo dije entonces, te vas conmigo, Polito.
Era el mes de agosto. Vico encendió la camioneta porque nos íbamos ya para el santo esteomo. Se había puesto en la frente una cinta de muchos colores y que con esas gafas al estilo poncherola lo hacían parecer un hippie moderno. Su nariz era perfiladita y parecía como griego el güevón. En el asiento del copiloto iba Charlotte, la rubia Charlotte, la linda Charlotte, la mejor profesora de piano Charlotte, la hija de papi y mami Charlotte, la de la voz de terciopelo Charlotte. Idiota, si te llamas Carlota, no Charlotte, tus padres vendían contrabando en el sanandresito antes de hacerse ricos. Polo estaba al lado tomando una bebida energizante. Yo lo miraba y le sonreía y hasta le picaba el ojo. Ayyyy Polito, anoche tuviste la oportunidad pero estabas muy ebrio, así como andas todos los fines de semana después de que sales de dar tus clases.
Una noche en la Cañabrava me confesaste todo, así como sueles decir las cosas, al oído. Y fue ahí que lo supe. Lo de Vico, lo de Charlotte, y desde luego lo de Polo. Pero nunca dije nada. Me quedaba callada porque aunque sabía que no tenía el nivel de ellos, era el único grupo que me aceptaba. Y no me molestaba cuando hablaban de la función, o cuando daban su crítica con palabras bonitas sobre algún cuadro que veíamos en la ciudad, o cuando miraban con arrogancia a los profesores de educación física, o a mis compañeras de baile. No me molestaba porque pensaba que estábamos en el mismo equipo, que ellos me veían como parte de esto. Por eso nunca dije nada, hice como si no pasara nada. Esta boquita que ustedes dicen que parece un remo, no dijo absolutamente nada.

Luego de arrancar la camioneta, Carlota gira su hermosa cabecita y me dice Mira, querida, no se dice santoesteomo, se dice santo Ecce Homo. Y yo la miro fijamente, le desempaco una sonrisa y virginalmente le digo que gracias. Todos se quedan en silencio y yo solo pienso en lo que sé de ellos y que nunca dije nada. Si la gente supiera, ayyyy madrecita mía, si la gente supiera. Pero ya nunca lo sabrán. Mientras tanto me quedo mirando el tablero de la camioneta, observando cómo la aguja de la velocidad sube, cómo nos movemos cada vez más rápido. Ahora no pienso en nada, mi mente está en la pista de baile de la Cañabrava, en los baños haciendo el amor con cualquiera, en los movimientos de mi cuerpo. Anda, cierra los ojos, le digo a Polo, mete tus manos en mis tetas. La aguja de la velocidad seguía subiendo y de repente escucho a Vico gruñir.

Comentarios

Lo más leído.

Unicorns

Tarde desértica

NÁUFRAGOS

Soneto I

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A LA MEMORIA: DOS POEMAS