Vico y Charlotte se miraban con lujuria por el espejo
retrovisor. Polo estaba distraído ojeando algún libro que se la pasaba leyendo.
Dice que es poesía. Todo lo de ellos es raro. Sus palabras, la manera de
hablar, hasta su humor. No les comprendía y yo preguntaba que a qué íbamos a
ese tal santoesteomo, y ellos me decían
que eso era mañana, que hoy la rumba era en Villa. Entonces Vico dice Lárgate
un remo e inmediatamente Polo responde Sin sal ni pimienta y los dos sueltan la
risa. Luego ríe Charlotte y luego río yo. Hago una mueca que parece una risa
pero en verdad lo hago porque me agrada estar con el grupo. La semana pasada
fui a la Cañabrava, con Polo y traté de besarlo. Se quedó mirándome y me
preguntó ¿Tú? ¿Es en serio? ¿Qué acaso esto es una broma? Me sonreí y volteé el
cuerpo para que por lo menos me agarrara el culo mientras sonaba la canción. La
Cañabrava estaba a reventar y Polo miraba para todas partes mientras me repetía
¿Tú? ¿Es en serio? Y su mano de elefante se deslizaba sobre mi jean. ¿Me han
visto bailar alguna vez? Si algún día pasan por la Cañabrava, algún jueves, digamos,
deberán saber que estoy ahí. Solo pásense y verán que yo soy un solo
desparpajo.
Entonces Polo desabotona un poco su
camisa, no por completo. Ya saben, Polo es de esos que todo le da pena, que no
cierra los ojos y disfruta y se deja llevar, sino que está pendiente a toda
hora de quién lo mira y del quedirán. Si Polo no fuera tan así hace rato que ya
hubiéramos hecho el amor. Yo bailo y le agarro los hombros y trato de
movérselos a la fuerza, porque no se mueve, parece una piedra, pero veo que eso
no le gusta. Él muestra sus dientes nervioso, y mira para todas partes. Como
buscando el perdón o la aprobación de un público que quién sabe dónde está, y
que evidentemente no está en la Cañabrava. Y yo le digo, Mira Polito, entonces
hagamos una cosa. Tú ya estás listo para mí. Vamos para tu casa. Pero el muy
lolo me dice que no, que no puede porque le ha prestado la casa a Vico que quería
estar con Charlotte porque en la casa de Vico había gente. Y yo quedo quieta. Y
le agarro fuerte con mi mano derecha esa cara muisca y le pregunto si es por
eso que Vico no estaba esa noche con nosotros en la Cañabrava. Entonces le
digo, te quedaste otra vez con las ganas, Polito, y voy agarrando mi bolso.
Claro, entonces ese día Vico y
Charlotte se miran, como les decía y luego Polo deja el libro sobre la guantera
y suelta un Lárgate un remo, y ahora hasta Charlotte le contesta Sin sal ni
pimienta y juajuajua, Vico no aguanta una risa larga mientras maneja, y yo,
hago la misma mueca que ya sé de me memoria y de la cual nadie sospecha. Ayyyyy
Vico, si supieras que en estos momentos recuerdo cuando lo hicimos en los baños
de la Cañabrava. De repente Polo deja el asiento de copiloto y se pasa hacia
atrás donde hay varias sillas disponibles, pero se sienta al lado mío y me
acerca una carátula de un cidí que tiene subrayada una canción. Se queda
mirándome con una risa coqueta y que me hace estremecer. La mona se sonríe y se
pasa para adelante. Su voz es un lamento de una perra en celo. Jaj, y ahí fue
cuando pensé que esos sonidos son solo perceptibles para algunos oídos. La
música se vuelve cada vez más lenta y ese color del atardecer... Levanto mis
brazos y cierro los ojos mientras Polo mete su mano bajo mi blusa y cuando abro
los ojos, juro que Vico estaba mirando por el espejo. No era mi imaginación,
Vico se había quitado sus gafas al estilo poncherola y me miraba con deseo.
Villa de Leyva con gente es un
pueblo excitante y el tipo entonces me pregunta que de dónde aprendí a bailar,
que si soy profesora y que si doy clases. Y yo le digo la verdad, que soy
profesora y que sí doy clases pero que ahorita no, que vine a Villa con mis
amigos fue a divertirme y pienso que ojalá este lolo cerrara su achatada boca y
que solo bailara. Si hace eso, le doy todo esta noche. Sus amigos miran mi
cuerpo y yo comienzo a moverme cada vez más lento, llevando el ritmo, llenando
los ojos de todos los espectadores. Vico me mira mientras baila aburridamente
con Charlotte. No sé qué le dirá al oído pero sé que mientras le dice cosas
piensa es en mi cuerpo, porque desde aquí se le nota ese obelisco, que es una
palabra que hoy me enseñó Polo. Empecé a pensar en Polo, pobrecito, tirado en
la camioneta borracho. Hoy se portó bien conmigo y me gusta lo que me habla de
literatura y esas cosas. Tal vez si no fuera tan retraído. Algo le debieron
haber hecho cuando era niño para cargar con ese trauma de que tiene un público
que lo observa.
Polo, voy a ser sincera pero no te vayas a burlar,
explícame por qué se ríen cuando alguno dice Lárgate un remo… Me miró casi como
avergonzado, con esa sonrisa que tiene que seguramente le hizo ganarse la
confianza de sus amigos. Comprendí que él ya sabía que yo no entendía el chiste
y miró hacia Vico como observando que estuviera lejos y no se enterara. Pero
Vico estaba cerca. Polo me empujó un poco y me abrazó y me lo dijo en secreto.
Entonces yo quedé callada y mi primer pensamiento fue cuando la noche anterior,
después de haber salido del baño con el tipo de las clases de baile, no sé por
qué les grité a Charlotte y a Vico Lárgate un remo, y ellos me miraron con esos
ojos grandísimos pero después soltaron la risa y los dos dijeron Sin sal ni
pimienta… ¡Justamente yo gritando eso!
Cuando cerré los ojos esa noche y eso que estaba ya
con tragos no pude dormir. Charlotte y Vico dormían en la otra habitación y yo
solo pensaba en las veces que ellos habían dicho Lárgate un remo y yo reía, y
mientras más recordaba más me sentía sucia. A mi lado dormía Polo, este triste
profesor de literatura que se estaba convirtiendo en mi aliado y que yo lo
sentía cercano por haberme confesado la verdad. Despiértate, Polo que te voy a
dar la oportunidad. Y Polo se movía para un lado y para el otro haciendo
sonidos que no entendía. Despiértate Polo que ya llegó tu momento, y lo movía
fuerte de los hombros, más fuerte que cuando bailábamos, pero Polo no se
despertó. Yo dije entonces, te vas conmigo, Polito.
Era el mes de agosto. Vico encendió la camioneta
porque nos íbamos ya para el santo esteomo. Se había puesto en la frente una
cinta de muchos colores y que con esas gafas al estilo poncherola lo hacían
parecer un hippie moderno. Su nariz era perfiladita y parecía como griego el
güevón. En el asiento del copiloto iba Charlotte, la rubia Charlotte, la linda
Charlotte, la mejor profesora de piano Charlotte, la hija de papi y mami
Charlotte, la de la voz de terciopelo Charlotte. Idiota, si te llamas Carlota,
no Charlotte, tus padres vendían contrabando en el sanandresito antes de
hacerse ricos. Polo estaba al lado tomando una bebida energizante. Yo lo miraba
y le sonreía y hasta le picaba el ojo. Ayyyy Polito, anoche tuviste la
oportunidad pero estabas muy ebrio, así como andas todos los fines de semana
después de que sales de dar tus clases.
Una noche en la Cañabrava me confesaste todo, así como
sueles decir las cosas, al oído. Y fue ahí que lo supe. Lo de Vico, lo de
Charlotte, y desde luego lo de Polo. Pero nunca dije nada. Me quedaba callada
porque aunque sabía que no tenía el nivel de ellos, era el único grupo que me
aceptaba. Y no me molestaba cuando hablaban de la función, o cuando daban su
crítica con palabras bonitas sobre algún cuadro que veíamos en la ciudad, o
cuando miraban con arrogancia a los profesores de educación física, o a mis
compañeras de baile. No me molestaba porque pensaba que estábamos en el mismo
equipo, que ellos me veían como parte de esto. Por eso nunca dije nada, hice
como si no pasara nada. Esta boquita que ustedes dicen que parece un remo, no
dijo absolutamente nada.
Luego de arrancar la camioneta, Carlota gira su hermosa
cabecita y me dice Mira, querida, no se dice santoesteomo, se dice santo Ecce
Homo. Y yo la miro fijamente, le desempaco una sonrisa y virginalmente le digo
que gracias. Todos se quedan en silencio y yo solo pienso en lo que sé de ellos
y que nunca dije nada. Si la gente supiera, ayyyy madrecita mía, si la gente
supiera. Pero ya nunca lo sabrán. Mientras tanto me quedo mirando el tablero de
la camioneta, observando cómo la aguja de la velocidad sube, cómo nos movemos
cada vez más rápido. Ahora no pienso en nada, mi mente está en la pista de
baile de la Cañabrava, en los baños haciendo el amor con cualquiera, en los
movimientos de mi cuerpo. Anda, cierra los ojos, le digo a Polo, mete tus manos
en mis tetas. La aguja de la velocidad seguía subiendo y de repente escucho a
Vico gruñir.
Comentarios
Publicar un comentario