Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ


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A todas las víctimas de la educación 

Yo recuerdo aun lo que dijo Eduardo Escobar el día en que dio una conferencia en el instituto de cultura de la ciudad, y era algo así como que el caso de los poetas era como el de los maricas. Es decir que así como se nace marica se nace poeta, o sea que no hay forma ni camino ni trampas ni atajos que puedan llevarlo a uno a ser un poeta o un marica. Se nace o se nace, pero nunca se hace. No sé qué me puso más triste, si saber que nunca podría llegar a ser poeta o no poder llegar a ser marica. Y es que a ratos las ganas de sacarme unos versos con la facilidad con la que me sacaba los mocos me invadían por completo. Y entonces pensaba que si estos tipos, que se hacían llamar nadaístas, habían salido de la nada y habían montado un ismo que les daba el título de poetas, por qué no podría serlo yo, que también he salido de la nada: de los testículos de mi padre, del vientre de mi madre, de la perla de Boyacá, de un acto de un día como cualquier otro, como el comprar el pan y los huevos para el desayuno, de un gesto de irresponsabilidad adolescente, de un amor vacío, de una nada tan nada que parecía llena desde su superficie y resultó hueca. Recuerdo que salí de esa conferencia con dos conclusiones: primero, el nadaísmo no se llama así porque sus fundadores vengan de la nada, a pesar de que yo juraba que era por el hecho de que era un movimiento poético fundado por unos don nadie de un pueblucho de Antioquia, quienes a duras penas habían pisado un salón de clases y se habían dejado seducir por la bohemia criolla de aguardiente, cigarrillos piel roja y declarada aversión a la higiene; y segundo, que si quería ser poeta tenía que volver a nacer, o sea que de algún modo tenía que ingeniármelas para renacer y poder ser poeta. Y hasta de pronto de ñapa podría ser marica. Porque ya con quince años la cosa estaba jodida, ya era imposible hacerme poeta como era imposible hacerme marica. 

Recuerdo que cuando terminó la conferencia salí del salón con la tristeza multiplicada, porque ahora no sólo no podía ser poeta ni tampoco marica sino que además no había podido obtener un autógrafo del enfant terrible del nadaísmo. Porque el señor don poeta sólo firmaba en los libritos de él, nada de servilletas ni fotografías, sólo en los ejemplares que él había llevado para vender a módicas sumas, a las cuales si hubiese accedido me habría tocado ponerle el culo durante toda una semana a cualquier borracho arrecho que se me atravesara. Y bueno, me río porque ver esas caras de sorpresa con expresión de diosmiojesusbendito me hacen cagar de la risa. Pero no se preocupen ni se persignen en vano, los precios no eran tan descarados como tampoco lo era yo, no crean que me ganaba la vida poniendo cola en cada esquina. ¡Ni que viviera en Medellín! Todo lo contrario, yo no era uno de esos vagos enemigos del jabón y de la academia, era más bien como un relojito suizo en esos aspectos, con breves adaptaciones obviamente, algo así como un relojito suizo de San Andresito. Aunque ahorita sí les puedo decir, con un poco de vergüenza, que he cambiado, y ya como buen producto barato los engranajes se me han desgastado y de esas bellas épocas poco queda. Como les venía contando, luego de salir de ese antro, que ostenta la cultura de la ciudad, me fui andando con la tristeza elevada al cuadrado, pensando en cómo carajos iba a hacer para volver a nacer y hacerme poeta. Recuerdo que pensé que a lo mejor la analogía no era gratuita, que muy en lo profundo los poetas eran unos maricas y que por eso mismo eran poetas. Y entonces Eduardo Escobar había dicho eso porque por un momento se había descuidado y no pudo hacerse más el marica, o más bien no pudo hacerse más el no-marica y se le salió lo marica. Y digo ¨el no-marica¨ porque no sé qué es lo opuesto a marica, ¿normal?, ¿macho?, ¿macho-pecho-peludo?, ni idea. Pero bueno, el caso es que se le salió lo poeta-marica. Mejor dicho, lo que trato de decir es que en ese momento me di cuenta que el ruco distraído no sólo se había expuesto sino que aparte me había dado el secreto para ser poeta. Hasta poco después me di cuenta que el muy descarado le había robado la idea a Bolaño, aunque ustedes me dirán que Escobar es más viejo y por eso puede decirse que fue primero idea de él, pero es que si uno se pone a pensar hay demasiada coincidencia en las palabras de este man con las de Ernesto San Epifanio en Los detectives salvajes, cuando García Madero ya está empezando a comerse a María Font, o incluso se puede decir que María Font se lo come a veces a él, y entonces en una ocasión, de enorme sabiduría real-visceralista, San Epifanio le dice que la poesía es un género homosexual. ¿No se acuerdan? Que hacen una lista brutal dividiendo a los poetas entre maricones y maricas. Ah no, ahí sí estamos graves. ¿Qué les enseñan hoy en día en ese colegio? No me digan que todavía se quedan sólo con los irregular verbs y los padrenuestros, mejor pídanme ahí otra pola si no me sacan la piedra con esos ojos de perdidos. Bueno, el caso es que definitivamente no es casualidad, ustedes me hallarán la razón en esto, y es que ese cucho no merece llamarse poeta ni mucho menos marica, a pesar de que todavía sigo creyendo que Noche secreta es un Señor Poema. Pero es que robarle de esa forma las ideas a Bolaño es mucho descaro, suficiente tenemos con ladrones en las calles y en el gobierno como para que ahora tengamos en la literatura, ¡y en la poesía!, mejor dicho, eso sí que es el colmo del descaro, que no tengamos ni la suficiente imaginación y nos toque robarla... imagínense eso nomás. Claro, si es que todavía pueden, si es que todavía existe la imaginación en este país. 

Y entonces ya la tristeza se había reducido, porque aunque aún no fuera poeta por lo menos sabía cómo le iba a hacer para poder serlo. Ya sabía hacia adonde apuntaba la brújula, y como dice esta canción tan populacha me solté el cabello y me vestí de reina, pero los tacones me los ahorré porque no quería terminar como una de esas viejas con las venas hinchadas, así que me puse más bien unos converse. Y es que la juventud de ahora es como pendeja, no se les puede decir algo porque ya todo lo toman a lo serio, y piensan que si yo digo esto es porque es eso y ni a palo puede ser otra cosa. Por eso es que no dan pie con bola con la poesía, porque cuando Milan Richter les habla de un mundo a blanco y negro se imaginan unas calles y unos edificios en escala de grises, pero no se dan cuenta que esos colores que dicen llenarlos de vida no son más que una alegría artificial inventada por sus mentes en blanco y admirada por sus miradas negras. Lo que quiero decirles es que no necesariamente tenía que soltarme el pelo o usar tacones para ser una reina, y ni siquiera tenía que ser una reina para ser marica, podía ser cualquier cosa, un rey, un príncipe, un vasallo, un sacerdote, mejor dicho, el espectro es amplio. Recuerdo que pensé esto mismo en ese momento. Pero preciso cuando la tristeza comenzaba a dejarme tenía que llegar la duda para multiplicarla de nuevo. Y es que si el espectro es tan amplio entonces qué iba a escoger, cuál era el camino más fácil, el más rápido, porque no podía perder más tiempo. A mi edad Rimbaud ya había comenzado a plantar el germen de su poesía en Francia, y yo todavía no salía de mi cuarto, todavía me hacía unas tres pajas diarias, una después de cada comida, mejor dicho, lo único que yo había plantado era un montón de semen por todo mi cuarto. O sea, como les decía antes, había plantado un montón de nada en la nada. En ese momento pensé que no importaba lo que hiciera ni lo que pensara ni lo que sintiera, cada paso en mi vida parecía dirigirse derechito, sin desvíos ni problemas, hacia la nada. Y entonces, ¡qué miedo tan hijueputa el que sentí!, porque primero marica que nada-ísta. Y así fue. 

Ya se dieron cuenta que eso de ser poeta no es fácil, nomás quererlo es severo complique. No es como querer agarrar la lluvia con las manos, ¡eso es facilísimo!, si quieren ahorita les muestro. Es más bien como ver y sentir, eso sí que es jodido. Pero luego de que la duda potenciara mi tristeza, me acordé que yo ya había sido marica, de pequeño, de niño, de infante. Desde las profundidades de las aguas sucias de mi memoria, brotaron los recuerdos que antaño arrojé como monedas a un pozo de los deseos, deseando que hubiesen sido sueños, que no fueran más que quimeras. Y entonces, recordé que yo había sido el enfant terrible del barrio, y me sentí fuerte, inmenso, poderoso. Y pensé que Eduardo Escobar me llegaba a los talones y Rimbaud me llegaba a las rodillas, porque qué eran el nadaísmo o la poesía francesa al lado de mi viejo barrio, de ese barrio de ensueño lleno de pequeños poetas, donde comprábamos huevitos de dragón por cien pesos y los tirábamos por las ventanas que dejaban abiertas en las casas, ¡por maricas!, decíamos en esa época. O cuando armábamos guerras de balines y nos dábamos metralla plástica toda una tarde hasta el cansancio. En definitiva nada se comparaba con mi barrio, ni siquiera el barco ebrio podría ganarle. Otra rondita, muchachitos, que así es como la lengua se me desenreda. Y bueno, ya sé lo que estarán pensando. Ustedes dirán que mis pláticas son los recuerdos de otros recuerdos, y es que qué más quieren que diga, más bien vayan acostumbrándose, porque este destino fatal nos llega a todos. La realidad nunca llega, mis niños, todo son recuerdos o sueños. Y así era como yo había sentido esa época por mucho tiempo, como un sueño. Pero luego fue más nítido, más claro, como si lo hubiese vivido, y entonces fue un recuerdo. Recordé que cuando era pequeño-pequeño, un poco más chiquito de lo que están ustedes, había sido todo un marica. Pero ni siquiera para ser marica me había podido librar de la violencia. Pareciera que en este país todo tiene que ser a la fuerza, porque la primera vez fue como una guerra. Y miren nomás, digo guerra y les salen brillitos en los ojos, y se les hace agua la boca, y sus cuerpos tiemblan de deseo. Y cómo no, no los culpo, porque yo sé que hasta el magno claustro no entran las balas, porque yo también me deleitaba con unos chicos de call of duty en La Económica, porque a mí también me salen brillitos y se me hace agua la boca. Así mismo fue, un primo me enseñó cómo era la vuelta: aprovechó que estábamos solos y se me montó encima, y yo nervioso, con miedo, veía cómo sus labios se acercaban con duda a los míos, y con su fuerza amazónica me acariciaba hasta los huesitos, y entonces sus labios saborearon los míos por unos cuantos segundos, y yo lloraba, de rabia, obviamente, porque me emputaba que un momento tan lindo como ese estuviera envuelto en tanto horror, porque yo había añorado esos labios toda mi vida, y ahora ellos me amaban con violencia, con terror, con la guerra en su saliva, con el amor reprimido. 

Y ustedes qué creen que hice después de eso, a ver, muéstrenme que aún les queda un poco de imaginación. Fríos, fríos, casi que se congelan. Cómo se les ocurre que le iba a decir a mis papás, si ellos se encerraban en su cuarto a amarse a cada rato, cómo iba yo a desperdiciar ese amor que ahora me daban. Y menos que iba a cascar a mi primo o que lo iba ignorar, no ven que yo soy la mera calma, la mera tranquilidad. Lo que hice fue amarlo, nada más que eso. Poca cosa, lo sé. Yo era pequeño pero entendía, no por nada era un poeta. Yo tomé su fuerza y la doblegué, la puse al servicio de mi ternura. Luego de ese primer momento tan frustrante encontramos los espacios para amarnos, y nos escondíamos debajo de las camas supuestamente dizque a jugar, eso creían todos, Y entonces ahora ustedes pensarán que jugábamos al ciclope, como lo dice Cortázar. Pero no era un juego, y mucho menos el del cíclope. Nos amábamos con todos los sentidos, nos besábamos y nos chupábamos de todo. Él conoció mi cuerpo mejor de lo que yo lo he hecho, hasta me chupaba la mini-verga que aún no se me paraba, qué vergüenza, parecía poeta realviceralista. Yo en cambio nunca fui capaz de hacerle lo mismo, porque las vergas nunca me han llamado la atención, más bien me dan como miedo. Para mí los labios lo son todo, y el pecho y las nalgas también, por eso yo le saboreaba ese cuerpecito de arriba abajo y le picoteaba las pequitas que tenía en las nalgas, y le mordía el pecho con amor, porque él, mi primito, ha sido mi gran amor. Que cómo lo sé, no estoy seguro, pero creo que es porque sólo estando con él sentí mi desnudez como un estado natural. Sólo debajo de esas camas viejas y abrazado a él sentí que mi cuerpo era mi cuerpo, las demás veces se me ha hecho una cosa extraña, como un disfraz prestado. 

Recuerdo que al recordar estos momentos casi se me salen las lágrimas andando por la calle, porque había nacido marica y ya se me había quitado, porque había nacido poeta y la violencia me había arrebatado eso. Y que por qué la violencia, pues piensen mijos, ¿ustedes qué creen?, ¿que con todo ese amor fui yo el que se alejó porque sí? Pues no, fue la ira de Dios que se me metió muy hondo y me hizo renegar de todo. El miedo a irme al infierno me multiplicó la desdicha. Luego de que mi primo y yo dejáramos de amarnos, de frotarnos, de chuparnos, entre otras cosas lindas, me dediqué juiciosito al colegio, y yo era que primeros puestos, que excelencia académica, que excelencia deportiva, que excelencia en la presentación personal, “¡es que Mateito huele delicioso!” le decía una profesora, que me tenía ganas la muy degenerada, a mi mamá. Mejor dicho, relojito suizo, todo muy fino y adecuado, ni una grosería, ni un mal pensamiento. Porque cuando por error decía hijueputa o marica me encerraba inmediatamente en la iglesia y me echaba cinco rosarios, y le pedía al diospadretodopoderosocreadordelcieloydelatierra que me perdonara, que yo era una criatura débil, y él no me respondía pero me escuchaba, o al menos eso me decía mi abuelito, y yo salía renovado de esa iglesia para volver al rato porque se me había salido lo marica otra vez. Y así de a poquitos, entre idas y vueltas, se me fue quitando. Era muy difícil, ustedes ahora la tienen más fácil, porque en mis tiempos éramos puros hombrecitos encerrados en ese claustro, imagínense esa mierda. ¡Ah pero cierto que no pueden! Ha de ser por eso mismo, a ustedes ya no les dejan nada para la imaginación, todo se los dan en bandeja de plata, servido y con cucharas para que no rieguen y a continuación los santos misterios gloriosos. En cambio a mí me tocaba imaginarme qué había detrás de esos horribles uniformes de mis compañeros, y entonces yo pensaba si todos tenían también las nalgas llenas de pecas como mi primo o si eran blanquitas como las mías, o si todavía tenían el cuerito en la cabeza del pene o si por el contrario lo tenían calvete como el mío. Es que de esto se trata la imaginación, la literatura, por eso es que Jattin la tenía clara, mis niños. Yo no era un poeta porque sacara los versos más tristes esta noche ni tampoco porque fuera un peatón, era un poeta porque tomaba con dulzura toda esa violencia que me daba el mundo y la abrazaba, la chupetiaba por todos lados como el cuerpo de mi primito querido, y la devolvía limpia, sin represión ni horror, la ponía con delicadeza en un río, cual Moisés, y se la arrojaba a la vida envuelta en mi manto de fragilidad. 

Antes de mi gran retirada del mundo de la poesía lo que hice fue pasar la bola. Ya les conté, me volví el enfant terrible de mi barrio, y me llevaba a mis amigos a los rincones más inciertos y les lamía las nalgas, les acariciaba las verguitas, les chupaba las tetillas, y los devolvía al mundo como nuevos, envueltos en mi amor. Toda una generación de poetas hice ahí. Y pídanse otra que ya me estoy secando, muchachitos. Y mejor les hago el cuento corto porque se les hace tarde. Luego de tanta recordadera me acuerdo que me senté en un parque, me puse a pensar que ya había sido poeta y marica, que ya eso era como otra vida, que ya paila todo, que mejor siguiera con esta nueva vida, y entonces como del cielo cayeron los versos satánicos en boca del arcángel Gibreel Farishta, que con su infinita sabiduría me dio la respuesta, la fórmula secreta, ¿se la saben? Noooo, mijos, ustedes abren la boca y me deprimen, mejor cierren el pico. Calladitos se ven más bonitos. Ese es el lema de su generación y ustedes se lo están creyendo. No sean pendejos, ni siquiera porque yo lo digo deberían creérselo. Para volver a nacer antes hay que morir. Y ya el resto se los dejo de tarea. Yo sé que están acostumbrados a transcribir lo que les sale en google pero hagan un esfuercito y piensen, imagínense qué pudo pasar después. Sean fuertes y aguanten las clases de hoy. Yo sé que la clase de Sandrita es peor que una misa, pero mañana nos vemos. No se les olvide pagar la cuenta al salir. Relajados, a mi reino entran ricos y pobres, y ustedes niños cochinos ya tienen aseguradas las sillas aquí. Recuerden muy bien la contraseña. A ver, ¿cómo es que es? Esa vaina, y en coro les sale más lindo: de-jad-que-los-ni-ños-sea-cer-queena-mí

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