Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

Una moneda por el alma de Olivia.

"Si suiuant lopinion De Guarini
Il est plus doux d'oublier 
Les plaisirs passez 
Quand Ils sont perdus pour Iamais
que de s'en souuenir?"

Marie Linage - Questions d'amour 

...

No hay relatoría de la pasada reunión de la corte. Yo, Guillermo Andrade, Fiscal General de la Nación, me remito a la presente para informar:


1) Recibo, a mi salida, una carta referida a mi secretario con fecha 04/05/2032 que él remite a mi por lo estipulado en el procedimiento 070.

Adjunto la carta:


/:/
Olivia Salinas
Carrera 12 #4-31
Bogotá D.C.
1 de Mayo del 2032
David Carvajal
Secretaría del Fiscal
Calle 11 #4-24
Bogotá D.C.

Muy querido Secretario.

Yo debía tener entre 4 y 6 años cuando vi a mi mamá por primera vez, o al menos recuerdo haberlo hecho por primera vez a esa edad. Mi mamá se demoraba en el colegio, sus alumnos eran unas caspas y a ella siempre la ponían a cuidarlos en sus refuerzos para el examen de estado. Todos los días yo llegaba a mi casa a eso de las 4:00pm con la certeza de que ella llegaría 2 o 3 horas después de mí.
Ese día, el día que la vi por primera vez, yo había llegado con un balón que me prestó un amigo del colegio, y me puse a rebotarlo infantilmente contra la pared. Había algo en ese acto que yo encontraba reconfortante aunque ya no entiendo el porqué.

La vaina es que mi mamá tenía la fea costumbre de colgar cuadros pequeños con las fotos de los familiares que iban muriendo. Había uno gigante de mi abuelo y yo, como toda pendeja, le dirigí con fuerza el balón creyendo que me iba a rebotar normal y el cuadro no solo se rompió, sino que se llevó al piso el resto de cuadritos pequeños en la pared.

Comencé a llorar, y lloré hasta que ella repentinamente llego. Mi mamá... Siempre tenía un aspecto extraño, cabizbajo cuando entraba por la puerta y una sonrisa forzada cuando me veía. Mi papá casi no iba a la casa, el se encargaba de ir y venir desde otro pueblo cuando quería o cuando podía, es algo que siempre ignoré. El caso es que cuando ella entró, miró los cuadros y no me regañó. Me miró, me sujeto suavemente de las mejillas y me preguntó que qué había pasado.

No te puedo explicar la cara que vi cuando me levantó la mirada. Vi la cara de mi mamá, de mi verdadera mamá. Cuando veo que las mamás son tiernas con sus hijos lo primero que recuerdo es esa cara. Lo extraño para mi es que no me regañó. No sé, tal vez en medio de la tristeza que le causaba la inutilidad de sus alumnos y el anhelo de mi papá no había tiempo para lamentar que sus recuerdos estuvieran rotos en el suelo. Para entonces ya ni la ira la exaltaba.

Pero David, debiste ver su cara. Todo este cochino país debió ver su cara. El caso es que ni esa solemnidad evitó que le mintierá. Le dije que había temblado el piso de la casa y que se había caído todo pero que yo arregle todo menos los cuadros. Ella me miró con su melancólica sonrisa y me dijo que mentir era malo. Había visto el balón. Yo le dije que me perdonara, que no me pegara y así pasó, pero a cambio ella me dijo que fuera metiendo una monedita de las onces en un tarro cada vez que mintiera, "para que no mintiera tanto" decía.

El caso, David, es que yo le hice caso. Y lo hice siempre. Una vez mi mamá me dio 2000 para comprar mil de pan y yo no resistí las ganas de comprarme una de esas ballenas de gomita que valían 100 y bueno... cuando llegué le dije que el pan había subido. Tuve que echar otros 100 pesos al tarrito.
Todo el tiempo pasó y a mi me dio esa terrible indecisión que le da a uno cuando llega a once porque no sabe qué estudiar. "Mijita, no vaya a elegir una carrera para hacer plata, elija lo que usted quiera para ser feliz" me dijo mi papá un día mientras comíamos el calentao del almuerzo con mi mamá al lado. La expresión de mi mamá cambiaba un poco cuando llegaba mi papá a la casa. Era la expresión de una indiferencia obligada. Si el libro de Evelio Rosero fuera una película, la actriz que hacía de Otilia debía buscar a mi mamá para ver cómo se actúa como esposa bajo la presión del sin sentido.

Esa noche me tocó decirles que lo que me hacía feliz era la literatura.

Esa noche me tocó echar otra monedita al tarro.

Estando en la universidad. esa vaina de las moneditas se convirtió en mi vicio. Yo me acuerdo que planeaba mis gastos y si me pasaba, echaba una monedita al tarro por mentirme. Una vez, por ejemplo, le dije a mis compañeros que tenía un parcial para no ir a una farra que habían armado los representantes de facultad y bueno... tocó echar otra monedita al tarro.

Fue ahí, en el jardín que dividía nuestras facultades donde te conocí, David. Recuerdo que me dijiste que me habías visto en la clase de análisis del discurso y que yo te dije que era muy raro que alguien que quería ser abogado penal metiera esas materias. Nos reímos toda la noche porque yo iba ya en segundo semestre y esa noche estaban armando uno de sus dichosos aquelarres. Nos quedamos toda la noche cagados de la risa muertos de frío porque yo te hablaba de los postulados de Saussure sobre el acto de comunicarse y tú te me decías Pfff, como si alguien tuviera que enseñarle a la gente a tener conversaciones.

Yo te miraba y me reía, era un humor extraño el tuyo.

Aquella noche perdí el sentido del pasado y me fui metiendo en una maraña de deseos raros. Yo recuerdo con mucho cariño cómo fue que te fuiste convirtiendo en rival directo de todo lo que estudiaba y creía, pero de una manera jocosa. De verdad dabas más ganas de reír que de cambiarme. En todo caso yo te seguí por la senda de tus profundos deseos amorosos hasta que, de repente, tu figura se convirtió en el espejo gris del viejo que te dictaba derecho penal. El tal Doctor Guillermo.

Yo caía en profundas crisis. Tus afirmaciones graciosas se convirtieron en agresivos cuestionamientos. Dejé de ir a clases y me convertí en una estudiante mediocre. Mis notas eran regulares y mi aspecto decayó a tal punto que, por orden de mi profesora de literatura de los siglos de oro, me tocó ir a terapia. Mi psicólogo, que era un pelaito todo enclenque que me decía que debía entregarme a las manos de Dios para que él recuperara "mi voluntad y mi belleza" y así podría "ser feliz". Yo le contaba al man todo lo que opinaba de lo que me preguntabas y que te estaba empezando a odiar y el chino huevón solo levantaba la geta para decirme lo mismo de todas las putas terapias... "Yo sufría como tú pero me encomendé a las manos de Dios y el salvó mi vida". Incluso un día me baseó porque vio en mi historia clínica que había abortado. ¿Te acuerdas? El día del aquelarre que quedé embarazada pero que hicimos un montón de vueltas para que me dieran la legalidad del procedimiento.

Decía el man que era feliz bajo las naguas de su señor Jesucristo pero lo cierto es que el man era un infeliz. Tuvo la desfachatez de llamar a mi mamá cuando vio que la biblia no me sirvió.

Mejor dicho, llamó a Dios en persona.

Mi mamá llegó una tarde a mi apartamento y yo, a pesar de que me sentía mal, me bañé, me maquillé como acostumbraba en el colegio, le hice aseo a la sala y a la cocina y cerré mi pieza con llave. Cuando llego mi mamá llegó a mí, repentinamente, la imagen de su rostro aquella tarde que rompí los cuadros de la pared de la casa. Llego su rostro a mi de nuevo. Vi una sonrisa mucho más sincera cuando se bajó del bus. Me abrazó y lloramos como nunca en ese terminal. Hacía ya unos tres o cuatro años que no nos veíamos. Cuando ella se divorció de mi papá, unos meses después que él me dijo que eligiera una carrera que me hiciera feliz, no volvió a aparecer en la casa y yo hasta llegué a pensar por unos meses que había muerto, pero a mis manos llegó una carta de su autoría diciéndome que se fue para Villavicencio a dictar literatura, que era lo que siempre había querido pero la obligaban a dictar ética y valores en el pueblito de donde vengo.

El caso es el divorcio yo no volvía al pueblo.

Cuando llegamos a mi apartamento cocinamos el arrocito con pollo, como a ella y a mí nos gustaba. Harta mantequilla para cocinar el arroz, harta avichuela y más pollo que arroz... y más salsa de tomate que pollo jajaja. Cuando terminamos de comer hablé con mi mamá sobre todo lo que me pasaba y lloré como una magdalena pero me hizo sentir mucho mejor, David, mi mamá cumplió la veces de psicóloga. Pero también era una infeliz, y no solo por su vida sino porque esa misma tarde me contó que le habían diagnosticado una enfermedad rara en el corazón hacía unos meses y que podía ser terminal.


Chocante historia, pero este no es otros de los cuentos que te escribo...

Cuando te graduaste a mi aún me faltaba un semestre y recuerdo que gracias a yo no sé qué palanquita del Doctor Guillermo, tu entraste a trabajar de una vez como abogado auxiliar en una firma de abogados, que también quién sabe qué palanquitas tenían pero los que entraban llegan de una a ser magistrados o fiscales. Maldito corrupto tú, ¿no dizque eras penal y tu sueño era ser independiente y trabajar por tu plata sin palancas, que por mérito y quién sabe qué más mierdas?. El caso es que a mi sí me tocó tragar mierda por 3 años para conseguir el trabajo en la el periódico, El Temporal, donde me hacían escribirle alabanzas a los plagios de cartas que le escribía el malparido marrano del presidente electo y reelecto a su hijita.

Yo me hice mi platica y con eso me hice un posgrado a los 26 años. Pero en mi nuevo trabajo todo fue de para abajo con mi vida. Yo recordé cuando a ti te dio por soñar con una familia y un hogar y cuando viste mi cara de quécarajos me preguntaste burlándote que si estaba en mis planes envejecer. Recuerdo que quedé atónita y te dije que comieras mierda y me fui llorando. Y no David, no está en mis planes envejecer. Lo pensaba todos los días cuando me empezaron a pagar por leer y hacer mi crítica matutina a las novedades literarias, hasta recuerdo que dejé a medias una crítica que le hacía a un blog de unos pelados de mi edad que eran todo menos escritores, y todo porque tu pregunta me hacía pensar que entre más crecía iba dejando en mi pasado la forma en la que sentía las vainas, y los sentimientos también.

Noté entonces que iba descubriendo nuevas emociones y con ellas me fui creando una respuesta a tu pregunta. No, David, aún no planeo envejecer, porque el truco de la vida, lo que tanto busca el ser en su insignificancia, es resistir y pasar del tiempo por muchos años para poder, algún día, agotado en su diario, darse cuenta que esta sintiendo verdadera nostalgia.


Pero me desvié, la vaina no está ahí. La cosa que me mueve a escribir esta despedida es que cuando mi mamá volvió a mi apartamento, del que no me he movido desde que estuve en la universidad, y me contó que iba a morir muy pronto, que la dejaron salir del colegio solo a despedirse, ocurrió lo inevitable. Abrió mi cuarto y vio con tristeza que la mesa donde tenía en el tarrito estaba desequilibrada. Tenía dos tarros llenos de monedas que desbordaban, que se cayeron al suelo y rodeaban toda la mesa. Ahí me volvió a mirar con esa cara de ángel que tenía.


Ahí mismo se me murió.


Y tú, malnacido y asqueroso que cuando te dan ganas de sentirte con algún mérito verdadero me escribes que me extrañas para desaparecer después, no tuviste ni la poca cordialidad de mandarme una condolencia. Pero no importa, ya eso no importa.


David, aún te amo con la condenada nostalgia que hace poco menos de un mes descubrí. Yo hasta hace poco andaba con el lastre de la respuestas que no te di y ahora anhelo que me vuelvas a preguntar.


Lo siento si te causo problemas legales con esto, no vas a tener que gastar ni uno de los pesos que tu "trabajas para ti mismo"... No quiero que me entierre la plata que trabajó una mano amiga de los idiotas. No quiero descubrirme un día con un nieto y que no sepa explicarle por qué las cosas, desde mi infancia, no han cambiado.

Es que
jueputa vida
tampoco quiero descubrirme un día con un nieto y que no sepa explicarle por qué las cosas han cambiado tanto.

No quiero descubrirme un día más en mi vida con un ron en la mano escribiendo a la memoria de lo que ya no será más, ni enterrando en el patio toda una caleta de monedas.


Atentament...



/./

2) Aún con lo estipulado en el procedimiento 070 y por las facultades que me fueron otorgadas hace un año, tengo el deber de expedir la orden de levantamiento post mortem y dar un periodo de receso a mi secretario David Carvajal con cédula 1.053.352.980 expedida en Duitama Boyaca por la ley 038, artículo 66 de los derechos laborales, que dictamina también los causales de incapacidad laboral (en proceso de duelo, parágrafo 6).

3) Adjunto además a esta resolución mi irrevocable carta de renuncia justificando, per se, que he ignorado muchas monedas.

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