"Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos"
-Bennedeti
Resulta una tarea laboriosa escribir esta misiva, pues han sido muchas las ocasiones donde preferí desgarrar mis letras a tratar de alejarme de ti. Quizá no lo hice por el mero capricho de querer recibir la más mínima demostración de tu afecto o por el contrario si el responsable de esto es un gran sentimiento que ocila entre querer y odiar, pensar y olvidar, rescatar y sacrificar todo lo pensado, algo que pasa de un sentimiento puro a una adicción tóxica, a esas adicciones que le gustan a los poetas, a esas a las que escribí en búsqueda de respuestas, a esas a las que es propensa el alma, e esas que pueden ser entendidas como un dulce veneno con sabor a opio llamado amor, amor que se convirtió en una pesada carga que puse en mis débiles hombros.
Y aunque orgulloso llevé esta carga apegada a mí por muchas noches, ha llegado el momento de partir, partir por la puerta de atrás, sin honra ni gloria, con la cabeza en el suelo y las cartas en la hoguera. Tomar la decisión de alejarme de ti no fue cosa sencilla pues aunque obvio resultaba el hecho de que el estar conmigo te resultaba incómodo, me aferraba a la idea de que con el tiempo abriría un camino para llegar a ti, camino que en vano traté de construir a punta de anécdotas y risas, de cartas y bailes, de poemas y copas, camino sin entrada ni salida, camino que me condujo ciegamente a ésta noche.
Podría inventar tantas excusas como estrellas en el cielo, pero qué sentido entonces tendría esta carta si no soy honesto contigo? Digo adiós para brindarte descanso de mí, para que no te sientas obligada a preguntarme por mi día cuando en realidad ambos sabemos que te preocupas por otro como nunca lo haz hecho por mi. Al despedirme renuncio a las pláticas incómodas a las que te veías obligada a asistir dos o más veces por semana, renuncio a tus abrazos fríos y sin sentimientos, renuncio a tu cabello, a tus ojos, a tus labios, renuncio a mi naturaleza, renuncio a ti.
Encima de la mesa donde me veías escribir tus cartas dejé algunos de tus poemas favoritos y unos cuantos claveles. Tomalos como un último presente, como el último lazo que alguna vez nos unió.
mui boni to
ResponderBorrar