Carta del 21 de octubre de hace muchos años

 Hasta hoy logré animarme a escribir toda la mescolanza en la que he estado bailando desde ayer. Yo sabía lo mal que iba a sentirme, yo sabía que el tiempo no es inextinguible como el dolor de tu ausencia. Yo sabía que me iban a terminar. Ya no siento que pueda escribir mi confesionario en las cartas, ya ni siquiera sé cómo debería sentirme con esta pérdida. A ti, lectore, te incomodo con lo que me ha hecho un ser triste durante los últimos días. Volvía a bailar tangos por el abismo con el humo del cigarrillo que se desenvolvía en nuevas enarmonías de mis pasados más desahuciados. Volví a preocupar a las luciérnagas que nos observaban charlar por las tardes cerca a tu casa y al lago de los patos que perfectamente podría ser un estanque para una película de asesinatos y tragedias. Mi yo consciente de lo que se viene sigue pasmado mientras deshoja los pétalos que solo viven en la memoria del tacto de mis manos. daniel está muy preocupado por saberse en el inicio de un gran dilema. de...

AL QUE SANGRA

Al que sangra, a él que ha podido saborear los labios de la muerte sin vacilar de su deformidad.
Al que sangra y no tiene sangre, al que aguarda pero no soporta que esperen nunca por él.
Al que se esfuma y ni la vacuidad de la materia ha logrado convencer ni espantar.
Al que se consume en las pequeñas llamas que se esparcen en el momento posterior al disparo.

A aquel malnacido de las entrañas más puras del agua y la carroña,
Que a nada observa y mucho ve, de formas inequívocas, inexplicables y audaces.
A ese aventuro presuroso, que no delimita el contorno de la lluvia al caer,
Las noches al morir, los gritos al pasar, las ánimas al despertar.

A aquel que derrama su sangre, yo le quiero decir que no renuncie.
Que no renuncie a la lentitud implacable de las visones del ahora, del nunca.
Que se quede en donde no salió, porque de allí es de donde su existencia tomó un sí.

Que no se aleje de la lejanía de sí mismo y sus arriesgados deseos por verse muerto,
Que no rompa las copas que llenan su vientre, sus letras y sus lágrimas.
Al que sangra y no tiene sangre, que niegue que es implacable, el olvido aguardando por nosotros.

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